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Publicacion en la revista Pasaje 4

Editores: Carlos Barbarito y Sergio Bonzón

Enlace a Pasaje 4: bit.ly/34VHLnx

 

 

Fotos: Serie “Oculto” de Cynthia Isakson

Texto de Carolina Kenigstein

 

 

 

Modelos juguetones. Al aire libre o en estudio. En blanco y negro, coquetean con la cámara, detrás de la cual está la fotógrafa, agazapada. Por ahora, oculta. Modelos que danzan en movimientos no presenciados, pero que se adivinan, y que quedan estáticos, se imprimen en un fotograma –nueve fotogramas–, que dicen mucho, pero ocultan más aún.

Modelos que ofrecen sus cuerpos, muestran sus gestos, libres. Juegan con objetos que producen opacidades, apenas perceptibles; una malla entretejida, geométricamente perfecta, que cubre con sutileza un rostro sonriente, un rostro hermoso, de perfecta juventud. Subserie de tres.

Un globo blanco (¿blanco?) Que oculta una cara, una expresión, pero que, sin embargo, deja ver una mano nudosa, hábil ocultadora de identidad. Nudillos expertos que evidencian ser de una mujer madura que juega, por un rato, a no tener rostro. Como en el juego con un bebé: ¿Dónde está? ¡Acá estáaaa! No obstante, detrás de lo no visto se suponen unos ojos vivaces, una expresión cómplice.

Si estuviésemos en un sueño, ese globo saldría volando y aparecería en una playa, en cualquier lugar del mundo, y se lo vería en el fondo del cielo, desdibujándose ante la presencia del primer plano. Las olas del mar fuera de foco, provocan sumergirse en esa agua que se adivina refrescante. Y dos que juegan otra vez con la red, el tejido sutil, el velo que la fotógrafa intenta hacer caer para atrapar lo que se esconde debajo. Cazadora que busca. ¿Qué busca?

El mar y las olas traen más agua. Ahora sí, indefectiblemente, un cuerpo juega a ocultar su rostro sin eufemismos; usa un pañuelo, una máscara, una suerte de careta, una escafandra que oculta pero que muestra otros detalles, otros aspectos que, tal vez, no queremos saber. Y aunque es una foto traviesa, en la que se percibe que nadie la está pasando mal, es una imagen que asusta, incomoda.

Y el agua trae más, agua, por supuesto. Así como los opuestos se atraen, también los semejantes lo hacen. Ahora el agua es cristalina, está en movimiento, es divertida, está fresca, invita a jugar, a ver quién aguanta más tiempo la respiración. ¡Un, dos, tres, ya! Y la apnea se convierte en el desafío; el oxígeno es el bien más preciado. ¡O2, odos!

 

Pileta persona.

Playa persona.

Pañuelo pánico.

Persona posando.

 

Desaparecen los modelos que posan, desaparecen los cuerpos, y dan lugar a un baúl lleno de recuerdos y también de proyectos que se vislumbran. Un cofre con fotos antiguas, un árbol genealógico que instituye identidad, filiación anclada en la ascendencia y proveedora de identidad a los descendientes. Un arcón del cual se asoman, en una mezcla de objetos del ayer, futuros posibles sobre la base de pasados ​​pasados.

 

Pasado presente.

Presente permanente.

Porvenir posible.

Proyecto potente.

 

El cierre es un metacierre, el súmmum del broche, un autorretrato en movimiento que muestra y oculta. Vuelve a aparecer el cuerpo. Y este cuerpo es nada menos que el de la artista. Porque, finalmente, la fotógrafa se pone al frente de la cámara, con otra cámara en mano y otras dos más; al menos las que se ven; ¿Habrá otras ocultas? Muchas cámaras, de muy diversa índole, buscando allí, donde se ve y donde no. La fotógrafa se la juega y esboza una diferencia, ahora es la cazadora ¿cazada?

Juegos de luces, danzas de sombras, en una compleja serie en blanco y negro, que ofrece además una escala de grises que dan profundidad en cada instante, un fotograma especialmente elegido; una búsqueda dinámica, en presente continuo, un recorrido en gerundio. Un punto de vista doble, o triple, o infinito; una búsqueda que es como un juego de espejos que no tiene comienzo ni fin.

 

 

Serie “Oculto” de Cynthia Isakson.

Texto de Carolina Kenigstein.

Noviembre de 2020.

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